jueves, 2 de octubre de 2008

En Saladillo, un vecino duerme por las noches en las escalinatas de la municipalidad.



RELATO | Palabras sueltas

Se va y no se despide. Se oye la música a lo lejos. Camina por ahí de noche en noche a pesar del frío invernal. A veces se puede escribir para contar historias de otros. Como si uno viviera en un país de otros por breve tiempo. Otras, improvisadamente usar la fuerza de las palabras, en tono sofisticado. Se va y no se despide. Oye el insulto y no vuelve la cabeza. Ya está tan acostumbrado a acumular pérdidas, que no le interesan los agravios ni las condenas. Supo del sabor de mendigar afecto y de la huella que deja la humillación de esperar, la estima que nunca aparece. Ahora camina hacia la escalinata, bajo el alero que lo cobija. -Se fueron- murmura para adentro, - y no me avisaron -. Se acomoda sobre los cartones y mira al cielo. Siente que esa noche tiene un estilo particular. Todos fuimos alguna vez... y no puede terminar de hilar el pensamiento. Tiene un cansancio que lo domina y se duerme. Uno puede subir hasta donde nadie lo alcance, sólo en sueños. Pero aquí hay que hacerse cargo del hambre. No será igual sin ellos que se fueron y no le avisaron. Podemos transcurrir esta vida soñolienta, atropellando los días. Podemos ahogarnos en nuestros pequeños desasosiegos, ignorando la existencia anónima de vidas flageladas. Podemos... Los acordes de la mañana comienzan a esparcir jadeos. La boca se abre otra vez. La soberbia madruga en esta ciudad terrible. Algunos como la gente, al menos lo miran al pasar. En esa escalinata, bajo el alero, sobre los cartones. Julia Volonté |

fuente: la sintesis

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